Cuenta la leyenda que existió un viejo mundo, en
el cual la magia de la bondad era latente entre todos, por aquel entonces se
convivía con amor y ayuda hacia el prójimo con independencia del color, forma,
o ser.
Antes del despuntar de la humanidad, la hermandad
era una enseñanza de la que se prodigaba y leía en libros, unas antiguas lecturas
escritas por los abuelos de nuestros abuelos.
Había inexistencia de malas palabras, hábitos y
actos. Uno de los problemas que tenían es que al no usar ciertas palabras,
desconocían el significado. Y el castigo de la ignorancia, les llevó a este
hoy.
Se cuenta que el rey Amoroso, como así se llamaba
trataba a su reino con aprecio y plenitud, cuidándolo para que no le faltara de
nada y aún teniendo una posición aventajada, nunca se aprovechó de ello. Se
respiraba una anarquía sana, vivían en las mismas condiciones que sus vecinos.
En la corte se alimentaban de los mismos víveres, vestían iguales ropajes,
sin existir distinción. La dicha era común.
Este querido rey tuvo mellizos una niña preciosa
que se la llamó Envidia y un niño fuerte que llamó Egoísmo, pero en
el parto hubo una tragedia y la madre no lo superó. Sumido en una tristeza y
pena tan grande olvidó el cuidado de sus hijos, y con ello lo más importante
las enseñanzas de los libros antiguos.
Así que fueron haciéndose mayores y Envidia
sabedora de su fría y calculada belleza, la utilizaba para conseguir todo lo
que se antojaba sin importar la pertenencia. Si era necesario subyugaba a los
que creía inferiores. Con esos primeros actos, empezaron a existir distinciones
entre el reino. Sus ropajes eran mejores, comía los mejores dulces. Obligaba al
pueblo a que la admirara y alabara constantemente, y si no conseguía lo que
creía merecer lo castigaba con severidad.
Egoísmo por su parte nunca aprendió a compartir.
Siendo un niño jugaba solo para que no le rompieran o simplemente tocaran sus
juguetes, y en el pasar de los años se tornó más avaro, impidiendo que el
pueblo disfrutara los placeres del reino, creyéndose que le pertenecían por
estirpe. Más adulto, dándose cuenta que si utilizaba la fuerza podía atemorizar
al pueblo, acabó por privarles de necesidades que hasta la fecha les eran dadas
por derecho.
Quedando el rey Amoroso relegado y sumido en ese
desazón del que no salía, esos chiquillos fueron corrompiendo los libros
sagrados, borrando con ello lo que los abuelos, de nuestros abuelos habían
escrito y perpetuaba hasta la fecha, en los corazones de la humanidad.
A la edad adulta Envidia y Egoísmo decidieron que
debían ser quemados, al hacerlo consiguieron
más poder sobre el pueblo. Desposándoles de sus creencias, así de sus
pertenencias, los dejaban sin existencia. Si había algún valiente que tenía el
valor de revelarse lo encerraban en las mazmorras, pasando su eternidad entre
piedras, hasta morir.
El pueblo antes bondadoso, comenzó a entender el
significado de las palabras hasta la
fecha nunca usadas, el odio que les había llevado hasta esta opresión,
maltratados solo por la codicia. Pero lo que más entendieron es la libertad que
se les había arrebatado y con ella el miedo instalado en sus pequeños mundos.
El último anciano del viejo mundo, dentro de la
mazmorra y antes de morir, escribió en una piedra un pequeño texto, que venía a
decir:
El odio solo lleva a más odio, y este a una
crueldad arraigada en corazones pesarosos de un mañana sin amor.
Pero una buena palabra, un buen acto, no existe
eternidad que sea capaz de eliminarla.
Seamos manos que cogen a otras manos, seamos
comunidad.
FIN