Como digo hace tiempo que no observo y lo sé, porque mis
letras están gritándome míranos, fíjate en nosotras y este corre, corre,
llamado vida lo aparta y continua con la esperanza de que llegue el día que se ocultará.
Pero lo fácil aunque sea lastimoso no existe. El principal problema es que soy
un animal crítico y esa manera tan mía de ser es la que se encarga de ponerme los
topes, una zancadilla invisible que grita ¡para!
Aire, respira,
siente.
Hasta que llega ese día y lo notas, bulles por dentro sin
sentido, sin lógica, ni razón, solo con una necesidad, abrirte el pecho y que
salga todo, libertad. Que no quede nada de lo que te asfixia y empezar solo eso,
empezar.
¿Pero empezar el qué?
¿Qué es lo que no está bien?
¿Qué priva de aliento?
Para ver necesitamos escuchar. Sentir que nuestras emociones
se complementan, que logramos resolver la ecuación. Salir y aspirar con fuerza a
plenitud, a caricia de vida. Pero ver también es saber decir hasta aquí, y no
será nunca un error el hecho de suspendernos si el camino se vuelve
insostenible. La cobardía de ser ciegos, de permitirnos adormecer, es nuestra
lacra nuestro peor castigo.
Que tus pasos tengan la capacidad de comprender.
Que tus miedos no sean los que te gobiernen.
Que tu fortaleza sea la que maneje tu alma.